lunes, 27 de marzo de 2017

LA GUERRA CIVIL EN ALICANTE (III)

La arenga cayó como puñales en nuestros oídos, transformando nuestros rostros en tétricos espejos de tristeza y desolación. Empezaron a oírse tiros. Algunos se suicidaban antes que entregarse a los fascistas.
Aquellas experiencias aumentaron el pánico y la indecisión general. Por momentos, la confusión se extendía en el ambiente, apoyada por las interjecciones que constantemente  "vomitaban" los altavoces. Al final, tras un tiempo que pareció interminable, algunos grupos, desarmados y como autómatas, comenzaron a moverse hacia la salida. El resto salimos poco después en masa, ¡cuánta miseria, desesperación y resignación juntas por culpa del destino!
Comenzamos a desfilar entre los vencedores, que habían formado compactas filas de soldados a ambos lados. Insensibles a nuestro final, caminábamos desengañados y como piltrafas. A nuestro paso, la gente se agolpaba en las aceras. Para más de uno, aquel espectáculo fue demasiado impresionante. A muchos espectadores les caían las lágrimas por las mejillas. La guerra había terminado, ahora comenzaba el tiempo de las represalias y la caza de los "criminales", ¡qué humanidad tan inhumana!
A empujones, formamos columnas de tragedia humana. Nos dirigieron como borregos a diferentes prisiones o concentraciones. Algunos fueron a parar al campo de Almendros y otros, como yo, a la plaza de toros. 

Paurides González Vidal, Vida y hechos de Paurides González Vidal, Quinta Impresión S.L., Alicante, 2004, páginas 155 y 156.

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